Hablar de crisis no es una novedad. Pero se nota cada vez más, nos hinca el diente como una alimaña, el ambiente es gris, ... no sabemos cómo salir del abismo.
Ayer, un día de "encuentro empresarial y coaching", el ponente, casi haciendo una terapia de grupo, dijo que era normal sentirse en un estado de paralización ante tanta incertidumbre con la que contamos en estos momentos. Empresarias que afrontamos nuestra situación de la mejor manera que podemos ... nos animamos las unas a las otras, y sólo nos queda aguantar el chaparrón de la manera más digna posible. Pero miras alrededor, y la situación sigue siendo igual de gris. No sabes en qué muletas apoyar tus fuerzas para no caer desplomada.
Supongo que mi muleta principal es la de saber que no hay mal que cien años dure, y que entre tanta turbulencia, una luz apareció un buen día por casualidad y, pese a que jamás pensé que siguiese ahí, ahí sigue, acompañándome...
Me gusta sentirme acompañada y respaldada por su complicidad. Oir su voz es como traspasar la realidad, como aislarse en un mundo donde el sol brilla siempre, donde no existen problemas ... es como sentir a la mitad de mi alma susurrándome al oído que pase lo que pase, él estará ahí para ayudarme. A veces hasta agradezco que la situación sea crítica porque ante los problemas, tendemos a unirnos, se establecen lazos poderosos... y enlazaría mi vida a la suya con tan solo mirarlo a los ojos y dejarme llevar hasta la eternidad, la eternidad que siento cuando lo oigo ... el tiempo se detiene en sus palabras, en su sonrisa imaginada, en los vagos recuerdos de un ayer desgastado por la reminiscencia nostálgica de no poder retroceder hasta ese punto de encuentro.
La crisis no es más que el punto final de una etapa, una regeneración necesaria de la realidad. Y lo que tenga que ser, será, en todos los aspectos.
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