El corazón me susurraba que estábamos más cerca de lo que parecía. Lo presentía, imaginaba su presencia a pocos metros y él mismo me lo confirmó días más tarde. Estuvimos juntos bajo el mismo cielo gris, bajo el mismo cielo frío, bajo el mismo cielo cubierto de estrellas, a escasos metros, como lo estamos en el día a día, pero aquella vez la proximidad era más fehaciente, más intensa ... su imagen era una sombra continua, y la inquietud por saber si estábamos tan cerca como me imaginaba, era la ilusión sobre la cual apoyaba todas las contrariedades encontradas en el camino.
En medio de aquella vorágine de intensidades emocionales, una imagen fugaz me dio la clave: pondría mi mano en el fuego -pondría mi mano en el corazón- asegurando que nos cruzamos bajo la blanca manta que ocasionaba la pérdida de control sobre lo planeado. Un instante eterno, un cruce de miradas que pararon el tiempo, el viento, el sol, la lluvia, la nieve ... que aceleraron mi corazón hasta límites insospechados, o mejor dicho, como el tiempo, el viento, el sol, la lluvia o la nieve, sus ojos detuvieron los latidos de mi corazón. No quise mirar atrás buscando la respuesta porque sabía que la respuesta era solamente una, y que la conocería tarde o temprano, como así ha sido. Tan cerca ...
Una llamada me devolvió a la realidad olvidada, enterrada por decisión propia, por miedo a encontrar lo que no deseo ver. Convencida de que la ilusión debía ser extraviada en el último aeropuerto del año anterior, el reencuentro con su voz no pudo ser más acogedor. Unas primeras palabras seguras, propias de la contención de sentimientos pasados al borde del abismo, dieron paso poco a poco y sin preverlo, a una fluida secuencia de ideas, y a una posterior implicación afectiva de la que no sé salir. El pequeño universo particular que se crea entre sus labios y los míos fluye inesperadamente, fluye siempre más allá de lo que considero oportuno para nuestra situación impersonal ... él siempre consigue traspasar discretamente el límite, de lo correcto a lo personal, de lo justo a lo generoso, de lo contenido a la explosión de mi corazón... consigue tocarme el alma con solo un susurro...
Ayer una amiga me dijo: "estás más guapa, se te nota que estás enamorada". Temo que todo se diluya en un instante, que este epicentro de caos, este torbellino atroz que rodea mi existencia me atrape y me lleve hasta donde no quiero ir, pero sé que he entrado en la senda que me conduce hacia él y ya no puedo volver atrás. Me espera una nueva aventura donde él será previsiblemente mi rey, mi rey de oros. Ya prácticamente no puedo volver atrás, tan solo tomar su palabra, su invitación, su mano extendida hacia mí ... el puente de nueve arcos está casi terminado. Sólo falta la inauguración oficial para empezar a caminar sobre él, y será para bien o para mal. Sea como sea, estoy segura de que no me arrepentiré. Quien nada arriesga, nadie consigue. Como suele ser habitual en mis reflexiones personales, los fantasmas siguen dando más miedo de lejos que de cerca.
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