Comencé este blog tras las últimas vacaciones de verano, y recuerdo que me ocurrió lo mismo: tenía vértigo a empezar nuevamente la rutina diaria. No es miedo, es vértigo. Vértigo por no saber qué va a ocurrir cuando toda la vorágine navideña (ese tiempo de tregua, ese paréntesis invernal donde todo parece ser maravilloso) termine. No tengo especial apego a estas fechas, intento construir la base de mi felicidad particular en el día a día, no esperando los grandes acontecimientos anuales: eso me parece propio de otras etapas de mi vida , donde todo se magnificaba. Aún así, no puedes ser ajen@ a todo lo que ocurre a tu alrededor, y te dejas influir por los buenos deseos y todo ese sinfín de cosas que lleva pareja la Navidad. Tras la fiesta, el vértigo de este nuevo "primer día de cole", que desaparece justo con la recuperación del ritmo diario, pero aún no he conseguido vencerlo de antemano.
A partir del miércoles 7 recupero el gimnasio. Me quité hace unos meses porque perdí el ritmo y dejé de asistir con la suficiente regularidad como para seguir abonando la cuota pertinente, y oye, la pela es la pela, así que abandoné, me di por vencida. Sin embargo, y ante mi propia sorpresa, lo echo de menos ... especialmente echo de menos a mis compis de clase, que son casi como las compis del cole. Así que de nuevo tengo una cosa más que hacer (por si no fuera suficiente) cada día, pero bueno, ahora viene el buen tiempo y los paseos hasta Triana -e incluso la cervecita porterior, para compensar la pérdida de calorías- suelen ser muy gratificantes. Triana es uno de mis barrios favoritos, me encanta cruzar el río y entrar en ese jolgorio particular trianero, esa idiosincracia propia que trasciende a pesar de las modernidades propias de la época en que vivimos.
En la foto, algunas de las "Gawazi de Triana", con Neferet a la cabeza, jejeje. Este es el grupo de alumnas que hacíamos danza oriental en Triana hace dos años, y como veis, nos salían bolos y todo. Yo soy -para quienes no me reconozcan- la del traje naranja :)
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