Es curioso cómo "reseteamos" el disco duro al empezar un año nuevo ...
Este año me he propuesto mimarme un poquito más. Todos deberíamos practicar este "porque yo lo valgo", lema al que me agarro en el 2009, especialmente las mujeres, que tendemos a dejar caer nuestra autoestima por los suelos con demasiada ligereza. Yo no me considero una persona débil, pero tengo también mis flancos a través de los cuales los ataques suelen ser diana segura.
El año pasado, en su último trimestre, empecé a sufrir una metamorfosis kafkiana. Creo que dentro de cada personas existen muchos "yo" diferentes: puedes tirar de tu yo sensible, del macarra, del diplomático, del alternativo, del conservador ... dependiendo de las situaciones y de las etapas de la vida. Yo estoy entrando en una etapa de madurez equilibrada y noto que mi yo más clásico va tomando posiciones. Digamos que estoy evolucionando, y me estoy volviendo un poquito más "pija" de lo que he sido hasta ahora. Pero es pura evolución natural. Si en la universidad vestías como estudiante e idealizabas el mundo, a partir de los 30 pones los pies en el suelo y empiezas a buscar satisfacciones propias más que globales. No es egoísmo, es realismo y supervivencia.
Ante este hecho han influido varias situaciones que se han dado también por propia evolución. La primera es la creación de mi empresa, que me ha dado mucha seguridad, y esto implica a su vez un montón de cosas más. Es como una fila de fichas de dominó: cae la primera y caen todas las demás, sin poder pararlas.
Septiembre del año pasado fue un mes que me abrió las puertas a unos meses muy intensos en todos los aspectos, y me dio la clave de algunas preguntas sin respuestas que parecían quedar en el aire indefinidamente.
En una de las múltiples citas, tropecé con alguien. Era atractivo, más aún después de hablar con él una hora y media. Pasé en 90 minutos de mirarlo con recelo y cierto prejuicio a sentirme atraída sin poder frenar aquellas sensaciones. Pasé de pensar que era el tipo de hombre que le gustaría a mi mejor amiga a darme cuenta de que realmente se había cruzado en mi camino para poner punto y final al sinfín de personajillos estériles que había sembrado en mi vida. Desde entonces, todo lo que me ha acercado a él no ha hecho más que apoyar las turbulencias de sensaciones que me produjo aquel día. No sé si lo volveré a ver ... aunque creo que sí. No tengo prisas. Como diría mi abuela: "el que está para ti, ése no te lo quita nadie".
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